Del pago igualitario al abordaje de la brecha salarial de géneros.

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En Argentina, “para ganar igual que un varón en 1 año, las mujeres tienen que trabajar tres meses más”. Así lo afirmó Mercedes Dalessandro, titular de la Dirección de Economía, Igualdad y Género, en su cuenta de la red social Twitter el 9 de abril, en el marco del Día del Pago Igualitario en Argentina. A la vez agregó que la brecha salarial de géneros se profundiza en los sectores más precarizados de la economía. 

Se sabe que durante muchos años fue una situación corriente que las mujeres cobrasen menos que sus propios pares varones por la misma actividad desempeñada, y si bien al día de hoy hay casos en los que esto sigue ocurriendo, se trata de una tendencia que disminuyó en los últimos años.  Por traer un ejemplo, la Secretaría de Gestión y Empleo Público de la Nación publicó en julio del año pasado un informe sobre la brecha hacia adentro de la Administración Pública Nacional (APN), en la que dio cuenta de que la disparidad en la remuneración por igual tarea no es un factor visible el sector, como sí lo es el fenómeno conocido como “techo de cristal”, que alude a la dificultad de las mujeres para acceder a cargos jerárquicos en el gobierno, presente desde los escalafones de dirección más simples, y que se incrementa a medida que se asciende en la escala jerárquica.  

La realidad es peor para las personas transgénero, que son excluidas sistemáticamente del mercado laboral, o que, en los mejores casos, se integran desde la informalidad y con mayores niveles de precarización. Aún así, en este panorama, cuando hablamos del Pago Igualitario en Argentina, volvemos a señalar que la brecha salarial ronda el 27%. Y esto tiene que ver fundamentalmente con factores más estructurales, y no tanto con el pago igualitario por igual tarea. 

Entre las principales causas de la desigualdad salarial, se encuentra la inequidad en la distribución entre trabajo productivo y reproductivo. Las tareas de cuidado y reproductivas fueron atribuidas históricamente a las mujeres, y esa lógica persiste pese a los avances logrados en los últimos años. Las mujeres dedican menos horas al trabajo remunerado porque deben atender el sostenimiento del hogar: tienen una doble jornada laboral, constituida en gran medida por labores que son esenciales, pero no pagas.

Siguiendo los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), el Centro de Economía Política Argentina (CEPA) elaboró un informe que da cuenta de la consolidación de la desigualdad en el acceso al trabajo formal, así como del impacto diferenciado de la desocupación, que además se profundiza para el sector más joven, de 14 a 29 años:

El transcurso de una pandemia de escala global puso en agendas políticas y mediáticas la cuestión de los cuidados, que tomaron innegablemente un rol protagónico en la nueva cotidianidad de las personas. El Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO), determinó un aumento del desempleo para el sector de cuidados, y la aparición de nuevas -y no tanto- formas de precarización laboral, en casos en los que empleadorxs encontraron formas de evitar las restricciones para acceder a sus servicios de cuidado habituales. El teletrabajo y la escolaridad virtualizada evidenciaron tanto el valor de las labores de cuidado en la vida diaria, como la desigualdad vigente en cuanto a su distribución.

Permanece una desvalorización de las tareas de cuidado hacia el interior de los hogares, que tiene su correlato en una penalidad a las actividades laborales y profesiones asociadas a ellas: trabajadorxs domésticxs, docentes, y cuidadorxs tienen peores remuneraciones por hora, que otras profesiones con características similares (en cuanto a las exigencias en formación y experiencia laboral), no vinculadas a las labores de cuidado. Esta realidad debe ser leída a la luz del hecho de que en Argentina, alrededor del 20% de trabajadoras se dedica al servicio doméstico, y que, del total de un millón cuatrocientos mil trabajadorxs de casas particulares, el 99,3% son mujeres, el 87% pertenece a un hogar con menores a cargo, y más del 76% trabaja de manera informal.   

Por estos datos se habla desde hace años en Argentina de una feminización de la pobreza en los hogares más vulnerables con menores a cargo, en los que el 60% tiene jefatura monoparental femenina. El 35% tiene jefatura biparental, y menos del 6% es monoparental con jefatura masculina. En los primeros, la Asignación Universal por Hijo (AUH) se convierte en un ingreso fundamental.

Para finalizar, y sin repasar de manera exhaustiva la pluralidad de dimensiones que hacen a la brecha salarial de géneros, podemos nombrar otros aspectos de alto impacto, como la desigualdad que se presenta en relación a los gastos asociados a los ciclos reproductivos que las personas menstruantes deben asumir. También, debemos señalar que este repaso reproduce una mirada binaria sobre los géneros, que limita el análisis de la diversidad de realidades y problemáticas que atraviesan a identidades no heteronormativas, que sin duda las orillan a situaciones de desigual acceso al trabajo. En el avance de las políticas públicas de géneros aguardaremos la incorporación de estadísticas que nos permitan profundizar el análisis de las desigualdades, en sentido de contemplar nuevas estrategias para construir una sociedad con mayor paridad en el acceso a oportunidades y al ejercicio de derechos.

Fuente: Castellani, A. G. (2020) Argentina 2009 – 2020. Brecha de género en el acceso a los cargos directivos de la Administración Pública Nacional. Secretaría de Gestión y Empleo Público, Jefatura de Gabinete de Ministros de la Nación Argentina.  Fernández Scarano, A. Paladín, A. Strada, J. Ruiz Elvira, M. Miranda, R. Burke, V. Castro, V. (2021) #8M: Entre La Ampliación De Brechas Y Nuevos Derechos. Centro de Economía Política Argentina (CEPA). López Mourelo, E. (2020) Informe Técnico: La COVID-19 y el trabajo doméstico en Argentina. Oficina de País de la OIT para la Argentina. Organización Internacional del Trabajo.